domingo, 31 de mayo de 2015

Los sueños de la razón producen monstruos (Goya)

Anselmo

Anselmo sale de su casa a las 8 de la mañana como cada día desde que se jubiló del taller de ebanistería. De esto hace ya 9 años.
Estamos en febrero y hay que terminar de quemar los montones de rama de olivo y hay que hacerlo pronto por la mañana para aprovechar que aun no se ha levantado viento.
Al pasar por encima de una acequia Anselmo rasga una bolsa de basura y se encuentra algo que casi le provoca un infarto. Una cantidad enorme de billetes de 100, 200 y 500 euros. En ese momento se olvida de sus olivos. Vuelve corriendo a casa y se encierra en la bodega.

Se pregunta que va a hacer con ese dinero. Él tiene todo lo que necesita. De la jubilación saca para él y su mujer y aún le sobra. Tiene tres hijos: 
Carlos es su hijo mayor, acaban de despedirle del banco donde trabajaba por un proceso de ERE y tiene tres hijos 
Antonio es chef en un restaurante con dos estrellas Michelin y María es comercial de Pfizer y su sueldo es altísimo (a parte de que le dan coche y otras "cosas" que nadie sabe). Ambos están solteros.

Después de sumar el dinero, hay 90 mil euros, decide repartirlo entre sus hijos.  Como ve lo mal que lo está pasando Carlos, entiende que el dinero es algo que él lo necesita para salir adelante mientras que para los otros dos, no es tan necesario pues están mejor que bien. Decide darle 50 mil euros a Carlos para que la hipoteca no sea un problema, para que pague el colegio de los peques y cualquier cosa que vaya surgiendo. Luego repartiría 40 mil euros entre Antonio y María para que se den algún lujo o hagan lo que quieran. Le parece un reparto justo entre hermanos que siempre se han demostrado cariño.

Le cuenta el hallazgo y el reparto que va a hacer a Angelines (su mujer) quien está completamente de acuerdo en esa decisión.
En la reunión familiar que en julio tiene lugar por el cumple de Anselmo, les cuenta todo a sus hijos y...

Antonio le da las gracias a su padre y se echa a llorar pues lleva ya 14 meses en el paro (difícil encontrar trabajo para alguien que ya tiene 41 años) y la situación empezaba a ser crítica. Lo que gana la mujer de Antonio con su trabajo de dependienta no es suficiente para mantener a una familia de 5 miembros. El paro de Antonio se acaba en 2 meses.
La alegría de Antonio es directamente proporcional al enfado de Carlos y María. Ellos consideran que el reparto debe ser igual para los tres y que si Antonio está en el paro es porque él quiere, porque no se esfuerza lo siguiente, porque es un orgulloso y no acepta los trabajos más bajos que seguro le ofrecen y rechaza. Recuerdan que ellos no tienen la culpa de que su hermano lo esté pasando mal y no están de acuerdo con el trato de favor que Antonio ha tenido por parte de sus padres. 
El que ellos sean de clase media alta es algo que ellos se han currado y no tienen que pedir disculpas por ello. Exigen a su padre un reparto igualitario. Antonio les llama egoístas y ruines. Y les recuerda como él les ayudó cuando eran más jóvenes.

El ambiente de la comida no puede ser más irrespirable.

Anselmo, desde ese 74 cumpleaños, no deja de maldecir el día que encontró el dinero pues la familia no ha vuelto a reunirse jamás. Sus hijos ya no han vuelto a hablarse.

Jorge

Jorge quiere aprovechar este sábado de enero para salir a cazar un corzo. Le va a acompañar el guarda del coto que hace poco le comentó que había visto un ejemplar con buena cornamenta. Después de una semana de duro trabajo en la obra tiene ganas de desfogarse un poco.
 
A sus 35 años tiene ganas de hacer de todo. Lleva 6 años con su novia y en 5 meses (en junio) se casa. A partir de entonces ya no podrá hacer estas cosas con tanta alegría.

Después de salir de Zaragoza a las 5:30, llega a Novallas a las 6:30. Para en el aparcamiento que hay para cazadores justo después del pueblo a esperar hasta las 7:00 que llega el guarda y entonces ve una bolsa y la abre para ver que hay. Y entonces se acaba la jornada de caza. 

Hay dinero. Mucho dinero. Llama inmediatamente al guarda y anula la salida y regresa a toda velocidad a Zaragoza y no va a casa, donde está Ana, su novia sino que va directamente al almacén donde guarda toda la herramienta que luego usa en la obra.

Son 85 mil euros. Lo guarda dentro de un armario cutre, detrás de unos sacos de yeso. Y se va a casa pasando primero por el bar para hacer tiempo y no provocar sospechas en Ana. En todo el finde presta atención a nadie. Está ausente. Su mente está en una bolsa negra que se ha encontrado el sábado por la mañana.

A partir del lunes empieza una nueva vida. No volverá a pasar por apuros. Se percata que no puede ingresar el dinero. No lo puede declarar. Y además, no se lo va a decir a nadie. Cuanto menos se sepa mejor. Porque un secreto que lo conoce más de una persona, no es un secreto. Y no puede confiar en nadie. Ni en su futura mujer que seguro que se lo dirá a su madre o a Andrea (su mejor amiga aunque es una arpía) y ya no se podrá frenar el asunto.
No, será su secreto. Y como nadie sabrá de él, puede hacer lo que quiera. Usando la cabeza. Se promete no cambiar. El dinero no le va a cambiar. 

En los preparativos de la boda pasa a ser alguien espléndido, no quiere nada peor que el mejor de los menús o la mejor de las orquestas. En el viaje de bodas pasa de ser alguien que no presta mucha atención a ofrecer ideas a cual más increíble y cara. Al final harán ese viaje a Canadá, Las Vegas, San Francisco y La Ribera Maya y va a durar 20 días.
En la casa comienza a decir sí a todo e incluso a querer detalles de lo más cuantioso. Al final las reformas de la casa salen por más dinero que lo que ha costado la casa en sí.
De repente aparece con una moto deportiva, como la que siempre había soñado pero que nunca había podido permitirse.

La gente se pregunta a que se debe este cambio y de donde saca el dinero, pero el no dice nada. Bueno, reconoce que las cosas le están yendo muy bien y que quiere disfrutar.
Se compra un modelo exclusivo de rifle para cazar en monterías en Castilla y en una de estas entabla amistad con gente que hasta ese momento ni se habían acercado a él. Gente a la que, desde que empezó a currar como albañil, ha envidiado: arquitectos, constructores y promotores.
Jorge, deslumbrado por el lujo, se cambia el Renault por un Audi A4 completamente equipado que lo va a pagar en varios años para no despertar la curiosidad del Fisco. Se dice a si mismo que tiene que usar la cabeza.
Todo lo va pagando poco a poco sacando el dinerito de su almacén.

Uno de los inversores que conoce en la montería y que es director de una sucursal de un banco en Zaragoza le ofrece una posibilidad de invertir dinero para obtener una gran rentabilidad. Cuando Jorge le dice que lo que tiene es una "cierta cantidad de dinero B", el director, de nombre Ricardo, le dice que es perfecto pues mientras no lo saque todo, el fisco no preguntará y al cabo de unos 5 años ya no tendrá que decir su procedencia. Y hasta entonces el banco, usará "ingeniería fiscal y financiera" para que él no se vea perjudicado.
Jorge decide, en base a lo que le ha dicho Roberto, invertir casi todo para ir sacando cada cierto tiempo lo que necesita para pagar todo en lo que se ha metido. Luego tendrá un buen dinero, obtenido de los intereses. Deja sin invertir unos un poco para los gastos más inmediatos.

No pasan tres meses cuando salta el escándalo financiero, la bolsa se hunde y al ir a preguntar por como se ha visto afectada su inversión, descubre que no ha leído todo del contrato. 
Ha invertido en preferentes y lo que valía unos 60 mil euros, ahora no vale ni 5 mil y no lo puede sacar hasta 2099. Al ir a buscar al director, este ya no está en la ciudad y cuando habla con él, le dice que no puede reclamar porque todo era dinero que no había declarado al fisco. 

Ahora, pasados unos años, Jorge trabaja más que nunca para pagar todas las deudas que tiene contraídas y no sabe como desprenderse de su moto, su Audi y su esplendorosa casa, la cual está sin terminar porque no ha podido pagar a todos los gremios que trabajaban en ella.
Y su mujer sigue sin saber nada excepto que desde que su marido se fue de caza, por ultima vez, a Añón antes de casarse, ya nada ha vuelto a ser lo mismo y no es feliz.

Katy 

Katy tiene fiesta por la Semana Santa. Tiene 6 años y se pega toda la semana con los yayos, en la casa que estos tienen cerca de Tarazona, mientras sus papas trabajan. Suele irse un poco con la bici alrededor de casa con una amiga, Vanessa, que tiene 8 años. 

Pero este miércoles, Vanessa se ha ido a Tudela y Katy está solita y no le dejan irse con la bici lejos de la casa. Así que se queda por la casa y por el jardín y se va al campo de al lado a buscar "bichitos", como los llama ella. No le dan asco las hormigas o las mariquitas aunque tiene pánico a las arañas. 
Cerca de un olivo ve una bolsa negra. Al abrirla descubre un montón de papeles rosas, amarillos y verdes con números: 100, 200 y 500. Los papeles tienen algo que brilla. Coge la bolsa y vuelve para casa.
Una vez dentro de casa coge unas tijeras y empieza a recortar los papeles para quedarse con la tira que brilla. Una vez ha quitado la tira brillante de casi la mitad de los papeles coge pegamento y pega las tiras en un papel en blanco para ver que tal quedan. 
Como tiene mucho papel roto y hay papeles que ya no va a usar pues no se le ocurre que más hacer, decide meterlo todo de nuevo en la bolsa y tirar esta a la basura que hay fuera de casa.

Al día siguiente, Jueves Santo, hay comida familiar en casa de los yayos y Katy aprovecha para darle su "obra de arte" a su madre. Cuando esta lo recibe le extraña este tipo de tiras y le pregunta a su niñita de donde ha sacado esas cosas tan brillantes. Cuando ella le dice que de unos papeles que se había encontrado, se acuerda que se había guardado uno en una cajita (de los rosa) y va a buscarlo para enseñárselo a su madre. La cual inmediatamente le pregunta de donde ha sacado ese papel y si había más. Y Katy, con toda naturalidad le cuenta la verdad.

Después de ese momento, Katy es la única persona alegre de toda la casa. No entiende a que vienen los gritos si eran papeles que se había encontrado en el campo de al lado. Eran basura y en la basura están. A estos mayores no hay quien les entienda.

Cristian

Es Navidad y siempre es una mala época. Recuerda a su padre, en la carcel, a su hermano, muerto por un disparo de la policía tras una persecución por Pamplona y sobre todo a su madre, alcohólica. La única que parece haber salido adelante en esta familia es su hermana aunque Cristian sospecha que el marido de esta le pega. Pero es la vida de ella y su marido y él no quiere meterse que bastante tiene con lo suyo. 

Acaba de cumplir los 20 y ya ha entrado y salido de la carcel dos veces, siempre por haber robado coches que luego ha empleado para hacer de conductor en robos. Eso se le da muy bien: conducir a toda velocidad siendo perseguido por la pasma. Aunque le han pillado ya dos veces, han sido muchas más las que se ha escapado.

Pero este fin de año va a ser distinto porque esta vez el robo sólo lo va a hacer él y no va a tener que compartir el botín con nadie. Le han hablado de un Carrefour en Tudela, apartado del casco urbano y con excelentes comunicaciones para escaparse hacia múltiples direcciones. 

El día 31 de diciembre entra en el Carrefour a las 15:50. Un colega suyo que había trabajado de segurata para el centro comercial, le había dicho que a esa hora llegan los de Prosegur a recoger la caja de la mañana y es el momento en el que las sacas de dinero no están ya en la caja fuerte y se está haciendo todo el papeleo antes de meter todo en el furgón.

Con una barba de diez días, gafas de sol y una gorra, Cristian se acerca al mostrador principal, donde acaban de llegar los de Prosegur, aparentando querer devolver una batidora. Sin embargo, de la caja de la batidora saca un revolver del 38 y apunta directamente a la cabeza de la que parece jefa de turno del Carrefour. Sin levantar mucho la voz pero con firmeza, exige que los de Prosegur se quiten sus armas y que se pongan de espaldas de modo que les coloca las esposas que estos llevan en el cinto. A continuación, manteniendo a la jefa de turno como rehén, exige que le saquen las sacas al pasillo.

Sin prestar atención a los gritos de los que ven la escena suelta a la rehén, coge las dos sacas y se va al coche que seguía en marcha. Todo ha ocurrido en 5 minutos. El Carrefour es un caos y Cristian quiere aprovechar este caos para huir. Él mantiene la calma lo que le ayuda a escapar. Para no levantar sospechas, lleva una furgoneta que ha robado en Mallén de modo que parece alguien que va al huerto más que a huir de un robo.

Toma dirección Tarazona pasando tranquilamente por delante del puesto de los Forales de Navarra que acaban de recibir el aviso del robo. Cuando estos ponen la barrera para cortar las salidas, Cristian ya ha pasado. Antes de llegar a Cascante, donde hay un puesto de la Guardia Civil, Cristian toma un camino agrícola que le lleva a Ablitas y luego entra en Malón y ya está en Aragón. 

Sigue cogiendo caminos agrícolas, los cuales tiene bien estudiados pues su padre es de Tarazona y le ha llevado muchas veces por ellos cuando iban a cazar. De esto ya hace mucho, antes de que a su padre le metieran en la carcel por casi matar a su madre un día que vino borracho a casa. Cristian le odia pues para él su madre es lo más grande del mundo. 

Junto a un campo de almendros, Cristian tiene guardado un Seat León, también robado, pero mucho mejor para carretera que la furgoneta, que no puede pasar de 100. Al cambiar de vehículo, decide pasar el dinero a bolsas de basura. Separa los billetes grandes (de más de 100) de los pequeños. En total hay unos 260 mil euros.

Se cambia de ropa, se afeita la barba y limpia el volante y cualquier zona de la furgoneta que haya podido tocar para no dar pistas. A continuación, prende fuego a las sacas junto con la ropa, la gorra y las gafas, dejando algún billete grande medio quemado para despistar.

Cuando está a punto de salir, observa como un forestal le llama y le grita "¿como puedes quemar eso? ¡Que no se puede!" Y sin decirle nada, sale a toda velocidad, maldiciendo el haber empleado gasoil para quemar pues la columna de humo es muy vistosa.

Cuando Cristian piensa que se ha librado, pues el forestal no hace ni ademán de perseguirle, ve una patrulla de la Guardia Civil que está lejos pero claramente en su búsqueda. El forestal ha observado los billetes a medio quemar y ha avisado a la Guardia Civil quien ha cotejado la matricula de la furgoneta, ha confirmado que está robada y que se ha podido usar en el robo del Carrefour de Tudela.

Cristian, en su huida desesperada y antes de verse rodeado por el dispositivo que habrá formado la Guardia Civil para capturarle, decide soltar las bolsas en lugares que él va a recordar para, si se escapa, volver a recuperarlas. Y además, si no le encuentran el dinero, no le podrán acusar de nada. Después de su cambio de ropa y afeitado, no le reconocerían los del Carrefour. 

Sin embargo, en su huida, al despistarse por estar buscando una acequia donde tirar el revolver, choca a toda  con el arado que lleva un tractor y, a pesar del airbag, muere al instante, no llevando consigo mas que una bolsa con billetes pequeños y el arma en los bajos del asiento del conductor.

Al cabo de unos meses, nadie ha sido capaz de encontrar rastro de los billetes grandes.


Y es que ya lo dice Goya en uno de sus grabados: "los sueños de la razón producen monstruos"

O como se dice de modo castizo: "eres más feliz que un niño"

Escuchad estas canciones: "Es suave la voz" del grupo "Mi capitán" y "Rollercoaster" del grupo "Bleachers"




1 comentario:

  1. Bendita salud!!!!!
    El sol pega fuerte por el Moncayo estos días, te derrite o saca jugo!!!

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